En las cosmogonías amerindias, Kokopelli es por supuesto, el Sembrador, el Flautista, pero también el Chamán, el Bromista, el Vagabundo, el Trovador, el Errante, el Disidente, el Herético, y el Seductor. El Flautista se semeja al gran Pan de la antigua Europa indígena. En los Indios Hopis (los pacíficos), este flautista no se identifica con Kokopelli en el sentido estricto, sino más bien con la Cigarra. En su cosmogonía, contrariamente a la fábula de la Fontaine, es la cigarra la heroína, aquella que guía al pueblo de las hormigas de los mundos inferiores hacia la superficie del Planeta. ¿No puede uno discernir, en estas dos historias, una evocación desgarradora de la antinomia entre dos culturas, por una parte la sabiduría amerindia lúdica y marcada de reverencia por la Madre Tierra y de respeto por la biosfera, y por otra parte, una sociedad occidental afanosa y “atareada” y en la cual los excesos de afán esterilizan la Tierra, convirtiéndola en un desierto, desacralizando lo viviente y transformando la totalidad de la biosfera en un basurero generador de cánceres?¿No habrá en cada uno de nosotros, la especie humana, un pequeño Kokopelli o una pequeña Kokopelli-Mana (el arquetipo femenino) que sólo pide despertarse, gritar su ira frente a tanta destrucción, proclamar su herejía (en el sentido griego del término “libertad de escoger”) frente a tal normalización y banalización del Terror de Estado, a diseminar sus semillas de vida, de fertilidad y de creatividad en medio de la monotonía del pensamiento taciturno y muerto? Pues si Kokopelli es el sembrador, es porque es el símbolo de la Fertilidad, el símbolo de la Sexualidad, y si Kokopelli es el Flautista, es también porque es el símbolo de la Fertilidad y la Sexualidad. Pues la flauta es sin duda el instrumento más antiguo que resta en la memoria de la humanidad: una flauta de Neandertal, tallada a partir de un fémur de oso y que data de 53000 años, se encontró en Eslovenia. La flauta ha sido universalmente asociada al amor, a la seducción y al cortejo. El flautista siempre se manifiesta en contextos de fertilidad, abundancia y lluvia. El rol del Flautista es primordial en el chamanismo, en los antiguos mitos de creación y en los ritos de fertilidad.
Habríamos podido igualmente, titular esta introducción “Kokopelli, la fertilidad a flor de falo”. Kokopelli, ese antiguo personaje carismático, ese arquetipo de procreación, ha sido castrado y esterilizado por todos los misioneros mutilados del gozo de vivir, los grandes sacerdotes del conformismo. El flautista, de falo prominente, ha sido aseptizado y relegado al rol de sembrador del Maíz y del Amor, de preferencia platónico, un concepto manchado por 2000 años de teología de la aniquilación y de inversión de los valores. Y si deseamos dar de nuevo a Kokopelli su propiedad, a saber ese falo prominente, no es para recalentar el viejo guiso en salsa patriarcal, pues ya hace 7000 años que la biosfera se marchita y que la humanidad se muere bajo los asaltos del patriarcado y de la agresividad masculina. Símbolo de vida y de fertilidad, ¿no será Kokopelli el antídoto de ese fruto estéril, del impulso de muerte generado por la unión contra natura, entre fuerzas de intervención extraterrestre y la manifestación del Antropos sobre la Tierra? ¿No sería, por cierto, esta hibridad entre el Antropos y una alteridad ausente e inorgánica, el precursor de esta agricultura moderna mortífera cuyas quimeras, hibridadas, clonadas o transgénicas, han esterilizado por siempre todas las maravillas de la biodiversidad cultivada? ¿No sería también la anunciadora de este hundimiento inexorable de la psique humana en una realidad virtual fundada en el silicio, que nos aliena de la comunión con las fuerzas vitales y orgásmicas de la Naturaleza orgánica que nos ha engendrado?
Hace 17 años que luchamos para conservar “el privilegio” de distribuir semillas de tomates, de ayotes, de lechugas, etc. ¿No es eso patético? ¿Cómo llegamos al abandono total de nuestras libertades más esenciales? La mafia semillera, contra la cual Kokopelli defiende su derecho a existir, es la misma mafia que controla la farmacia, que controla la agroquímica, y que controla las cadenas de distribución de alimentos. Son las multinacionales de las Ciencias de la Muerte, que esterilizan, que virtualizan y sintetizan lo Viviente. Lo que necesita la humanidad, no es un nuevo Mesías, ya sea negro o caucásico-húngaro. La humanidad se ha extraviado en un callejón sin salida ecológico, del cual ningún mesías, profeta, avatar o sabio iluminado va a sacarla. No hay ninguna necesidad de moralizar el capitalismo, sino por el contrario, es urgente moralizar la moral occidental. Desde el verano del 2007, el occidente ha puesto sobre la mesa billones de dólares para salvar a los grandes pillos de las finanzas: suficiente para alimentar a la totalidad del Tercer Mundo durante uno o dos siglos. Con toda indecencia.
Lo que la humanidad necesita es un sobresalto de rebelión contra la inhumanidad y la demencia que impregnan nuestro paradigma occidental, un grito de rabia contra las multinacionales que han tomado como rehenes a los pueblos del planeta, una confrontación con esas mafias que prosperan en colusión total con los gobiernos de los países occidentales, de los países en vías de occidentalización y de países sub-occidentalizados.
En comunicados previos, ya hemos lanzado la alerta con respecto a recientes decretos perversos en América del Norte, que conciernen las plantas medicinales y los complementos alimenticios. Si dejamos hacer sus chanchullos a las potencias malhechoras que se esconden detrás del infame Codex Alimentarius, sólo se necesitarán unos pocos años para que las últimas libertades de las que gozamos sean reducidas a la nada, y todo eso en nombre de la sacrosanta protección del consumidor. Ese mismo consumidor que se muere de cánceres, mutaciones, desnutrición, enfermedades iatrogénicas (a saber, provocadas por la medicina occidental)… ¡Qué farsa inmunda! Por cierto, las multinacionales sólo se esconden detrás del Codex para aquellos que no quieren verlas: ellas están allí en plena luz del día, con toda su arrogancia. Ellas dirigen el mundo, han corrompido a las altas administraciones, han hecho votar leyes perversas, inicuas, liberticidas. Ellas tienen incluso a veces, su propia policía, lo que es por cierto un lujo, pues las policías y los organismos de represión de los Estados están a sus pies. Y el inventario de daños de sus productos de síntesis no hace más que alargarse:
– erradicaron todos los métodos de agricultura biológica, con el fin de remplazar los fertilizantes orgánicos por fertilizantes de síntesis que esterilizan la tierra y que generan tanta erosión que no habrá un grano más de tierra arable en el planeta en el 2050. Ellas han incluso logrado la hazaña de hacer “certificar” la agricultura biológica y hacer pagar la certificación a los productores, ¡mientras que los agricultores que contaminan reciben subvenciones de Bruselas!
– ellas han remplazado la casi totalidad de antiguas variedades por quimeras patentadas, que sólo pueden funcionar con fertilizantes de síntesis y pesticidas. Sus leyes castigan a aquellos que se atrevan a regalar, intercambiar o comercializar variedades antiguas que no estén inscritas en los catálogos oficiales.
– ellas han remplazado las prácticas campesinas ancestrales (fundadas en la diversidad) con la utilización de pesticidas sintéticos: insecticidas (derivados de los gases mostaza), herbicidas, fungicidas, etc. Sus leyes (por ejemplo, la ley de orientación agrícola de enero del 2006) preven un castigo de 2 años de prisión y 75 000 euros de multa por toda confección, publicidad o transmisión de información sobre los extractos de plantas, como el purín de ortiga. Su blanco ahora es la cola de caballo, el único fungicida natural disponible para los jardineros.
– ellas han esterilizado la biodiversidad natural de las campiñas, prohibiendo así el acceso a las plantas alimenticias silvestres, que contienen muchas veces oligoelementos que no se encuentran ya en las variedades sintéticas de la agricultura moderna o en los alimentos sintéticos de la agricultura química. ¿Quién sabe que la ortiga es una de las plantas de la naturaleza que contiene más antioxidantes?
– ellas prohiben el uso de la Stevia Rebaudiana, una planta que endulza, que ha sido usada por varios miles de años, originaria de Paraguay, y han demandado a Guayapi Tropical[1], quien perdió su último juicio en la Corte Suprema.
– ellas están preparando una vasta ofensiva generalizada contra las plantas medicinales y los complementos alimenticios (ver por ejemplo los ataques contra la farmacopea antroposófica) y no seamos ingenuos, ellas culminarán esto con una erradicación de todas las medicinas naturales o alternativas, lo que ya han comenzado a hacer al perseguir a Benveniste, Beljanski, Naessens, le Ribault…[2] ¿Quién se preocupa por el hecho de que los medicamentos de síntesis constituyan la tercera causa de muerte en Estados Unidos?
– en fin, ellas han criminalizado todas las plantas chamánicas utilizadas por la humanidad desde hace decenas de miles de años: la canabis, el peyote, la ayahuasca, los hongos psilocibes… Ellas han favorecido el uso de sustancias “naturales” (pero sin embargo rebosando de pesticidas) que son fuente de dependencias: el alcohol, el tabaco, que llenan las arcas de los Estados y generan innumerables problemas de salud: ¿cuántas muertes por tabaquismo todos los años?, ¿cuántas muertes por alcoholismo todos los años? Ellas han remplazado las plantas chamánicas por psicotrópicos de síntesis (cerca del 25% de los franceses sólo pueden “funcionar” con la ayuda de esos psicotrópicos) y otras drogas de síntesis que fabrican grandes laboratorios y distribuyen con toda impunidad: cocaína, heroína, métanfetamina, etc. ¿No es una coincidencia perturbadora el que después de que las tropas de la Alianza Occidental invadieran Afganistán, la producción de opio afgano (90% de la producción mundial) no ha dejado de crecer? En ese ámbito, la hipocresía de los Estados Occidentales no tiene límite: se olvida muy fácilmente que los bancos Occidentales han labrado su fortuna y su prosperidad con las dos guerras del opio (1839 y 1856), al obligar a China a abrir sus puertos y dejar que su pueblo se envenenara con opio.
¿A quién beneficia el crimen? Los pueblos están inexorablemente devastados y envenenados con los pesticidas de síntesis, los alimentos contaminados y desprovistos de valor nutritivo, con quimeras genéticas altamente alergénicas, con alcohol adulterado o saturado de pesticidas, con tabaco lleno de productos químicos y genéticamente manipulado para aumentar el índice de nicotina, con azúcar blanco desmineralizante, con medicamentos de síntesis que generan tantos problemas como los que “curan”, con psicotrópicos de síntesis y drogas duras sintéticas, cuyo aumento del consumo es proporcional al malestar creciente de nuestras sociedades mórbidas.
¿A quién le beneficia directamente la criminalización de la cannabis? Parecería que las buenas variedades antiguas de nuestras abuelas han sido erradicadas para dar lugar a variedades modernas hibridadas de manera descontrolada (e incluso quizás genéticamente manipuladas) con los niveles de THC multiplicado por diez, o más.
¿Con qué derecho se meten los Estados occidentales a legislar y criminalizar el acceso a las riquezas de la biosfera, a los dones de la Madre Tierra? ¿Qué esperan los pueblos para sublevarse contra la prohibición de preparar un extracto de ortiga o de cola de caballo, para cuidar las legumbres de su huerta, contra la prohibición de endulzar sus tés de hierbas con Stevia, contra la prohibición de recoger hongos en los prados en el otoño, contra la prohibición de regalar o intercambiar viejas variedades de trigo, tomate, maíz o calabazas? Exigimos un acceso libre a todas las riquezas de la biosfera Gaiana, a todos los dones de la Madre Tierra. Ahora. Y sin excepción.
La humanidad está ahora confrontada a una elección decisiva: hundirse en un esclavismo químico de síntesis, virtual y artificial (el verdadero “infierno de la droga”) o sublevarse para recobrar su derecho inalienable de poder recurrir a las plantas silvestres, a las plantas medicinales, a las plantas chamánicas y a las plantas alimenticias, fruto de miles de años de co-evolución con la biosfera. De esa elección depende la sobrevivencia de la humanidad, y de una gran parte de la biosfera. En cuanto a Gaia, una perla azul encastrada en un universo de 135 mil millones de galaxias ¡ella ya ha soportado otras cosas en 4350 millones de años!
Y para cerrar con una melodía de flauta más cósmica, habríamos podido, igualmente, titular esta introducción “Kokopelli, la Fertilidad a Flor de Antenas”. Pues la ciencia Occidental aún no ha comenzado a penetrar el misterio de las antenas de los insectos, que son poderosos resonadores, como la totalidad de la tierra, del humus, que resuena poderosamente con las fuerzas del cosmos (con la condición de que no sea biológicamente estéril). El símbolo de Kokopelli, con su joroba, no deja de evocar la abeja con sus antenas extremadamente sensibles y su botín de polen. ¿Qué sabemos realmente del rol de la abeja en los designios de Gaia? ¿Por qué la Abeja está abandonando a la humanidad?
Las antenas de Kokopellli, son sus órganos de resonancia gaiana. Y el Flautista es muchas veces, también, aquel que abre las puertas hacia el otro mundo, hacia la otra dimensión. ¿Hacia el Sueño de Gaia? Los aborígenes vivieron durante 40 000 años en los desiertos de Australia, a la escucha del Tiempo de Sueño, en sinergia total con su ambiente, con su biosfera. Según John Lash “la creencia indígena, según la cual, el rol de la humanidad es el de recordar los eventos del Sueño para todas las criaturas, está en concordancia con la sugestión presentada en el Mito de Gaia: a saber, que la especie humana activa un circuito de memoria para Gaia”. ¿Es todavía hora para el Occidente de reconectarse con la fuente del Sueño, de co-evolucionar con Gaia, la Madre Tierra? ¿No sería prudente el acordarle a la Biosfera una tregua? ¿No sería una cuestión vital de Tregua o Muerte? ¿No sería urgente el resembrar la Vida en el corazón de la Extinción Planetaria para preparar el terreno para las Tribus del Futuro?
Dominique Guillet – Noviembre 2008
Traducción de Mayra Marin y de François Aymonier
[1] Sociedad francesa que comercializa plantas alimenticias y medicinales.
[2] Referencia a investigadores y descubridores de métodos en medicina alternativa.